5.04.2009

boxeadores

En el edificio de enfrente hay un gimnasio clandestino. El edificio de enfrente, en primer lugar, solía ser un cine. Enorme, gris y avejentado. En la parte de arriba tiene varias bodegas vacias, a las que parece no haber entrado nadie en años. En la parte de abajo hay locales. Algunos vacíos y otros ocupados: por una taquería y una reparadora de máquinas de escribir y equipo de oficina. Literal.

Pero eso no es lo que nos concierne ahora. La parte más interesante es la de los departamentos que estan sobre la reparadora. Espacios abandonados aparentemente por años. Algunos vidrios rotos, puertas y molduras de madera maple. Paredes de un azul o un verde viejo. Espacios amplios. Los dos primeros estan ocupados. El primero parece ser el hogar de una familia. La mayor parte del tiempo unas gruesas y baratas telas blancas impiden ver el interior. A veces la madre se cansa, se sofoca y quita las telas para dejar pasar un poco de aire, de luz. Me imagino que disfruta cocinar a la luz del sol, aunque sea en el microondas pero a la luz del sol, muy tradicional. Siempre parece estar cocinando. El segundo espacio ocupado es un gimnasio de box clandestino. Tiene unas cuantas cortinas blancas que se transparentan y no sirven de mucho. Todas las tardes se reunen ahí hombres de todas las edades, incluso niños, a entrenar: hacer lagartijas, sentadillas, abdominales. Saltan la cuerda. golpean la pera.

Nosotros disfrutamos viéndolos.

El maestro parece ser el mayor de todos ellos. Mi vecina dice que es un antiguo campeón del boxeo venido a menos. Dice que se gastó todo su dinero en putas y en trasvestis de garibaldi y que ahora tuvo que invadir propiedad ajena para instalar su gimnasio. Un gimnasio para construir nuevos ídolos. Suena lógico.

En realidad no sabemos nada de ellos. No sabemos si son okupas de buena y rancia estirpe o si son los dueños de la cosntrucción entera. No sabemos si el refrigerador, el microondas, las mesas, las pantallas, los equipos de sonido y en resumen todo, proviene del contrabando y el mercado negro, o si son producto de las ganancias del maestro de boxeo.

It's not our bussiness.

Los alumnos entrenan frente a nosotros, mientras fingimos comer cuete con champiñones. Tomamos margaritas y hacemos comentarios lascivos. Es obvio que ellos saben de nuestras lúbricas miradas, de nuestras turbias intenciones al hacer esta larga y obsesiva sobremesa. Chacales. Uno de ellos hace series extraordinariamente rápidas de lagartijas. "Parece que esta cojiendo..." En efecto, sus bien formadas nalgas suben y bajan al mismo tiempo que su espalda ancha y contorneada gracias a la fuerza de sus bien formados brazos. Los pants comprados en la Merced se le ajustan al cuerpo y el sigue con su rutina de ejercicio. Nos mira a veces.

Beck hace bromas cada vez más subidas de tono. El color de su piel cambia y su cuello palpita. Se quita las sandalias y se sienta sobre el marco de la ventana. Les grita algo pero ellos no lo escuchan.

Se termina la clase de hoy. El maestro baja y despide a sus alumnos. El niño gordo nos mira todo el tiempo. Me imagino lo mucho que disfruta y que odia al mismo tiempo estar en los entrenamientos. Querer ser como ellos, tener sus cuerpos y cojerse a sus viejas. Dejar de ser un niño gordo y feo. Pobre. Dejar de ser el niño feo, gordo y pobre que habita un edificio abandonado, con su padre el maestro de boxeo que se gastó su dinero en putas y trasvestis, con su mama que se ahoga por las tardes y tumba el escondite para ser normal, y sus hermanos feos gordos y tristes, maricones quizás.

it's not our bussiness...

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