9.08.2009

Paz.

Ayer fue un día especial para Paz. Se levantó temprano, desayunó poco y despachó a los niños al colegio. Su hermana había quedado de pasar por ella. Se habían quedado de ver fuera de la estación Etiopía del metro, pero le llamo de último momento para decirle que no podía: algo se había complicado. No importaba, en realidad quería ir sola a su cita.

Sola.

La enfermera fue más amable de lo común. Le preguntó por sus hijos, hablaron del clima, le dió una bolsita para que guardara su ropa y se fue del consultorio con una sonrisa en el rostro. Buena señal. El médico también fue amable. Leyó unos papeles en voz alta, bromeó un poco con ella, le hizo una revisión que a ella le pareció eterna, como si tocara cada uno de los ganglios de su delgado y pálido cuerpo. Al final le pareció que el médico le acarició la nuca, rápidamente pero con afecto. Volvió a leerle los papeles, le estrechó la mano.

Sin darse cuenta ya estaba de nuevo afuera, en la base de taxis. Se sentía dichosa pero algo aturdida. No podía creerlo: había vencido al cancer...

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